lunes, 25 de abril de 2016

¿Por qué escribo?



Es quizás hoy, en el momento menos indicado, que entiendo por qué escribo.
Escribo en un intento que bordea lo desesperado por entender lo imposible. De poner en modo tangible todo eso que mi mente trata de procesar. Cada minuto, cada día. Palabras todas juntas, sueltas, fábrica de pensar.
Escribo a modo de escape de mí misma. Porque tenerme cerca todos los días me parece hasta mucho para mí.
Mi impulso de escribir se relaciona a una ausencia de poder a la hora de desear poseer algo.
Pocas cosas no logro controlar en mi vida. Una falta, un recuerdo, presencias inexistentes. De eso escribo.
Desconozco el mundo, cada día más. Pensaba que crecer era comprenderlo pero finalmente entiendo que funciono a contramano. Y, para hacer trabajar mi cabeza, para lograr que me levante cada mañana, debo leer.
Lo que siento a diario suele ser tan intenso, tan incontrolable, que leer se volvió una necesidad casi obligatoria.
No entiendo la lectura como un vicio del que no puedo salir. Porque levanto la mirada de las letras y el mundo exterior sigue estando ahí. Rodando. Chocando. Pero lo entiendo mejor.
Pero sí insisto en que esa misma mirada que se levantó no fue la misma que estuvo leyendo unos segundos atrás. Fueron minutos que todo se apagó, y mi mente sanó.
Y por eso escribo. Ojalá algún día te pueda generar eso. Ojalá algún día mis palabras te ayuden a escaparte de vos mismo. Ojalá ahora mismo.