Llegué a ese momento. Llegué a ese momento de mi vida en el
que dije en voz alta “tengo que empezar algún deporte por SALUD”. S A L U D,
entienden? Ya dejé de intentar estar buena, y entré en la etapa de que subo
escaleras del subte y me agito. Me preocupan los análisis. No te corro un bondi
ni en pedo. Me duele banda la espalda, chicos.
Y empecé a pensar… ¿Qué puedo hacer que no requiera ir todos
los días, que no tenga que moverme mucho, ni exija comprarme cosas como gorro
de baño y antiparras, y no me haga transpirar mucho? Y así llego a mi vida la
nueva etapa que llamaré de ahora en más “El periodo pilates”.
El periodo pilates consistió en varias fases. La primera fue
anunciarle a la gente que me rodeaba que iba a empezar. “Ay chicas, el viernes
arranco pilates”, “Ma, el viernes voy a
pilates”, así, re gedienta todo el día. Con esto yo tenía la ilusión que la
presión social me iba a obligar a empezar. Nunca pasó, descubrí que no cedo
ante esta presión a los 12 años cuando me ofrecieron un cigarrillo y me dio
miedo que me descubran. Me fui corriendo. Nací condenada al fracaso social,
fumar era cool.
A la segunda fase me gustaría llamarla “Ke flasheá amiwa”.
En esta, tras anunciarlo durante varias semanas y no recibir cabida de nadie,
me anoté en un instituto a la vuelta del trabajo. Y acá flasheé zarpado. Droga,
mucha droga.
Top 3 máxima gilada by Cintia:
3. Empecé a no usar más el ascensor y subir los seis pisos de mi departamento en
escalera para “prepararme”. Apuesten cuánto me duro. Opciones: dos días/una
tarde/tres pisos, y me tomé el ascensor. Sí, es la última, ganaste un caramelo
media hora.
2. Intenté la dieta. Me compré para merendar en el laburo granola, cualquiera,
miré las calorías y engorda más que un Jorgito triple. Un día comí una barrita
de cereal, fue horrible. Duró menos que el punto anterior.
1. ME COMPRÉ UNA CALZA DEPORTIVA CON LINEAS AMARILLAS A LOS COSTADOS. OXFORD. No
voy a acotar nada más, me parece que ya está todo dicho.
Y la tercera, y la fase de acción, va a ser denominada “La
salud no es lo importante”. El viernes arranqué. Pedí permiso en el trabajo
para salir quince minutos más temprano los viernes para empezar pilates, y no
tuvieron problema. Acá me planteé si me verán gorda y ya ni lo disimulan. Me
traje la ropa en la mochila y me cambié en el baño. Para salir del edificio,
hay que atravesar toda la empresa: perdí todo tipo de respeto con mi calza
Oxford caminando entre los escritorios con mis llantas rosas. Nota mental:
tirarla. O tírame yo.
Las zapatillas deportivas para qué serán, se habrá
preguntado la profesora cuando me abrió la puerta, pilates se hace descalza. Lo
descubrí ese día, sale caer de ojotas. Lo buena que estaba la mina, ofendía.
Cuerpazo, flaca, tetas enormes, culo parado. ¿Se supone que esto me tenía que
inspirar? No, la envidia femenina no me deja, soy humana chicus. Mis compañeros
eran dos viejos de unos 60 años a los que le salía todo. Yo no solo no
coordinaba los brazos con las piernas, sino que se me cansaban y cuando la
profesora se daba vuelta no hacía nada. Primera clase. Los viejos no paraban de
mirarle el culo. Yo miraba el reloj. Me pregunté durante los 55 minutos en los
que chivé arriba de una camilla al ritmo de música hindú cómo haría esa mina
para estar tan buena, qué hice mal yo, por qué me dolían tanto las rodillas si tengo
24 años y por qué había un cuadro de un chancho vestido con ropa de buda.
Salí menos relajada que antes. En el ascensor, mientras
bajaba a abrirnos, la profesora dijo la frase que respondió mis dudas: “Hoy en
todo el día solo comí una tostada con un café, qué colgada soy con la comida”.
Yo, mientras, recorría en mi cabeza la línea del tiempo que empezó a las 8 am
con tres facturas con pastelera, y que culminó a las 19 hs con un sanguichito
de jamón crudo que estaba tremendo.
Hoy, seis días más tarde de mi primera clase, y teniendo la
segunda mañana, me duele todo. El alma, los brazos, las gambas y la panza
porque me comí un paquete de twistos con chocolatada. Combinaciones
misteriosas. Hoy, tengo miedo de mañana. Hoy redacté el mensajito avisando que
mañana no iba y no me animé a mandarlo. Mejor empiezo a anunciarlo a la gente
que me rodea que tengo mi segunda clase… en una de esas vuelvo a la primer
fase, la presión social finalmente funciona, y mañana me clavo mi calza flúor y
le aflojo al crudo.