Me llevo lo que nos gustaba. El olor de tu
almohada.
Me llevo mis escritos. Los cierro y me
dejo, simplemente, vivir.
Me llevo tu roce que está mojado. El tacto
de tu gusto.
Me llevo tus inagotables escenas patéticas.
Tu mecanismo de mis hechos.
Me llevo nuestros sueños, donde jamás a
nadie se le ocurre dejarme sola.
Te dejo tu boca, que jadea palabras
sueltas. Y locas.
Y me llevo la parte más aprovechable de tus
movimientos y tus denuncias.
Sobrevivo todavía porque todo era basto,
pero al mismo tiempo era íntimo y, de alguna manera, secreto. Nuestro.
Me llevo todo y me llevo a mí, porque hace
tanto que no te escucho que colorean Cortázar y Borges, El Río y El Sur, mis
palabras, y ya estoy despierta. Ojos bien abiertos y alma desbordada.