miércoles, 30 de septiembre de 2015

Carta a mí misma en diez años

Querida Cintia de 35 años:

Espero que estés bien, que hayas encontrado tu trabajo ideal, que tengas gente increíble rodéandote, un departamento propio, que Teo finalmente tenga novia. Pero sobretodo, Cintia, espero que no hayas recuperado los 15 kg que bajaste, media pila. Nota mental: dejar de darle rienda suelta a las medialunas desde ahora.

Al menos a los 24 años, te empezó a dar miedo olvidar ciertos pensamientos y sensaciones. Sensaciones que capaz no volves a tener, o a recuperar. Así que mejor archivarla en letritas, pensaste. Ojalá para tu versión de Cintia de casi 35 años siga existiendo el blog. Capaz aparezco en un holograma relatándote esto, qué fiesta.

Hoy, con casi diez años menos, aprendiste y a veces te despertás analizando cosas como si tuvieras más edad. Tu capacidad analítica y casi precisa del día a día a veces te asusta. Aprendiste a los golpes que si tenes paciencia todo te va a llegar. Que con trabajo y perseverancia, y  mucha pasión y enfoque, una por una van cayendo las cosas.

Te enamoraste más de una vez, y no solo de personas. Notaste después de varias noches dando vueltas en tu almohada que el amor propio es lo que te hace levantarte cada mañana. Que desarrollando al máximo tus objetivos, queriéndote y aceptándote tal como sos, llega el amor hacia los demás (y de los demás hacia vos).

Descubriste que el amor no es lo único que se necesita para que funcione una relación. De hecho, es quizás uno de los factores menos determinantes. Porque quisiste, diste todo, pero te dejaron sola. O tus ganas siempre fueron más. Y capaz lo que más admiras de vos misma es que no importa: todavía conservas tu capacidad de intentar. Solo aprendiste a tener más cuidado. A valorar lo bueno que tenes, y a buscar lo mismo en la otra persona. Que sea mutuo, o que no sea nada.

Aprendiste a no dejar las cosas por la mitad. En el trabajo, en el amor, en la amistad y hasta cuando ordenas tu departamento. Que las cosas a medio hacer a la larga te afectan y no te dejan dormir por la noche, casi obsesivamente. No te dan miedo las obsesiones que te hacen mejorar, las abrazas y las invitás a tu mesa. También, descubriste que el ser humano miente constantemente, y que a veces nos gusta y elegimos creer. Que haber nacido persona pensante conlleva un grado de masoquismo importante.

Admitiste que la familia y los amigos son lo que siempre quedan al final de tu día. Que podes incorporar gente nueva sin miedo en cualquier etapa de tu vida. Que pensaste que los amigos del colegio eran los únicos que podían ser sólidos, y cuánto te equivocaste. Desarrollaste una capacidad de aceptar a las personas que te rodean tal cual son, para que ellos también te acepten así. Que la familia siempre, siempre va a estar, por más que quieras alejarlos. Es amor inagotable, te guste o no.



Ojalá Cintia, que no hayas olvidado todo esto, y hayas aprendido mil párrafos más. Seguramente te vuelva a escribir, o capaz me limite a vivir. Ojalá sigas siempre de buenhumor, ojalá te estén cuidando, ojalá sigas acordándote todos los días de tu abuela. Ojalá te estes dedicando a escribir.

Y si todo eso no pasa Cintia, no importa. A los 15 querías ser médica y teñirte el pelo de azul … quién soy yo para decirte, con casi 25, lo que vas a querer diez años después? Conservá tu frescura, y tus ganas. Te quiero más que nunca.

Cintia versión 2015.

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